Polémicas militia-parlamentarias

Las palabras que el Sr. Morenés, ministro de Defensa, ha vertido esta mañana durante el transcurso de la polémica que ha iniciado la Sra. Irene Lozano, representante de UPyD en el Congreso de los Diputados, pueden ser todo lo censurables que a uno, en su santo raciocinio, le pueda parecer.

El calvario que ha sufrido, y sigue sufriendo, la comandante Zaida Cantera De Castro me provoca indignación, como a muchos que vemos al estamento armado como algo cercano, sin embargo, me parece una VERGÜENZA el tejemaneje político que se está llevando de esta compleja y lamentable situación.

Hoy, atragantándome la comida para variar con la dichosa sección de Política del telediario, que ya la podrían dedicar, qué sé yo, a otras cosas, solo he visto a una panda de payasos lanzándose los trastos en un “blablaba” sin solución de continuidad. Uniéndose muchos borregos de Twitter (que a algunos les deben de pagar por estar todo el día dale que te pego a la tecla), han cargado contra el gobierno con el ariete al que han bautizado “Morenés, dimisión”.

Claro que están en su derecho, por eso vivimos en un país democrático. Pero, ¿sirve de algo pedir la dimisión de Morenés? Y, ¿qué pasa después? ¿Esto es lo mismo que propone el Sr. Pedro Sánchez, que con cambiar de término en la Constitución española a los que sufrimos una discapacidad se nos quitan todos los males? ¿Al que va en silla de ruedas, de repente, se pone a correr sobre las plantas de su pies en plan milagro de predicador estadounidense?

Sobre todo Zaida está en su derecho a censurar a Morenés y todas las Zaida de nuestras FAS, pero, a lo que voy: Solo palabras, palabras, palabras y no hechos. Ningún hecho, algo que ya es propio y cultural de nuestra política nacional. Sé que el Parlamento es donde se va a “parlar”, pero también a legislar y a adoptar decisiones, no a ver quién sale mejor parado en las putas estadísticas o por la tele.

La Sra. Irene Lozano, como todas Sus Señorías, en vez de estar dándole al “pico”, quizá lo que debería hacer, si lo que quiere en realidad es proteger a nuestras mujeres uniformadas de depravados uniformados, sería instar una reforma del Código Penal militar como Dios manda. Pero, claro, eso de hacer reformas legales en España es como cosa extraña, independientemente del color de calzoncillos que lleve el presidente del gobierno de turno. Porque, claro, la palabra mágica es “progresismo” y la expresión, no menos mágica, es “no hay que reformar en caliente”. Con “progresismo” lo que se termina permitiendo es que un criminal pueda hacer lo que le venga en real gana porque, “pobrecito, la culpa será de los demás”. Pero lo peor es lo de “no hay que reformar en caliente”, porque aquí, aquí mismo, ni se reforma en caliente ni en frío.

Siendo mi persona desconocedora de la amplitud del vigente Código Penal militar, aprobado en 1985 (dos años y pico antes de la incorporación de la mujer a las FAS) y modificado por última vez ¡en 2008!, no soy capaz de hallar ninguna tipificación sobre el acoso sexual, ¡por ningún lado, oiga! Y no es por torpeza, que de trasegar los puñeteros códigos tengo sobradas horas de vuelo.

Aunque hay casos para dar y tomar, ninguna de Sus Señorías, de esas que lloran en público con lágrimas de cocodrilo, parecen darse cuenta. ¿Qué se puede esperar de un parlamento que permite que en el vigente Código Civil el medio de transporte más moderno que se describe es un carro de caballos? Porque el asunto tiene su guasa: no existen los automóviles.

Como todo en Derecho, el Código Penal militar es muy ambiguo y supongo que los artículos que han sido de aplicación en el procedimiento contra el oficial superior de Zaida han sido los de abuso de autoridad (art. 103 y ss.) y, la verdad, son un tanto parcos.

Como está demostrado, queda mucho mejor dar plática en el Congreso e interpretar el papel que de uno se espera, con este disfraz tan hipócrita como nuestro, de llorar como una magdalena ante la tumba de la adolescente que se ha suicidado por sufrir un bullying, del que hemos visto y mirado para otro lado, o de los pobres “negritos” del Congo que viven una perpetua guerra por culpa del coltán, esa cosita que necesitamos para las pantallas planas, pena esta última que se nos olvida al consultar nuestro grupo de Whatsapp; pero hay muchos más ejemplos, por desgracia.

Si de verdad nuestros políticos, esos trescientos y algo que se sientan en asientos de cuero rojo y azul y que engordan sus bolsillos con un mínimo 3.000 eurazos al mes, quieren que casos como estos queden zanjados, que no se limiten a lanzar arias al viento, porque las palabras se van con él, se pierden. Queda muy bien el vestirse de valkiria gorda, pero, sino se cambia la Ley es como si nos la pica un pollo.

Así que ruego, por el bien de todos, por el bien de nuestras mujeres uniformadas, de esas que, sí, no tendría que hacer falta que se lo recordaran a nadie, se juegan el culo por una panda de inútiles como todos nosotros. Menos hablar y más legislar y gobernar.
Zaida, un abrazo y todo mi apoyo.

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